POESÍA.

Abro este rincón porque sentía la necesidad de compartir con vosotros (mis alumnos y algunos más...) una de mis aficiones insatisfechas. Hacer que las palabras
 rían, 
lloren, 
canten,
 enmudezcan. 
Jueguen y brinquen, 
duerman y estén quietas. 
Emocionen, 
entristezcan, 
enamoren, 
sueñen, 
despierten y amanezcan, 
en un espacio tan corto como puede ser el rincón de una hoja de papel es la práctica literaria más difícil que cualquier juntaletras puede dominar.


El primer poema de este rincón va dedicado al último poema que he leído y que me ha causado las sensaciones anteriores. Dar las gracias a nuestra profe Marta por cogerle prestado este trozo de espejo para que colgado en nuestro rincón sirva para poder mirarnos y descubrir que somos capaces de "CONSTRUIR UN UNIVERSO CADA DÍA".








Construir un universo cada día
encender el sol por las mañanas
desplegar mares y océanos para navegar por ellos

sumar juegos y multiplicar sueños
restar palabras limón
paladear palabras fresa

perseguir las huellas
que algún conejo blanco
nos dejó sobre el papel

dar la vuelta al mundo
a la grupa de la yema de un dedo

escapar por la ventana
con la mariposa de tiza que nació de un martes...

...y regresar a casa con la incertidumbre
de poderlo repetir al día siguiente.


Marta del Río

Este fue el primer  poema lo leí cuando tenía once o doce años y ya había empezado el Instituto.
Hasta entonces solo había podido leer lo que D. Antonio Álvarez había querido, o lo habían dejado, incorporar a sus enciclopedias, algunas fábulas moralistas de Iriarte y Samaniego en las que nunca llegue a entender, muy bien, si la mona estaba enfadada por no poderse comer la nuez verde o era Samaniego (el autor) el que le supo muy mal que la mona le arrojase la nuez y pasase olímpicamente de él.
“UN CABALLO DE CARTÓN” de Antonio Machado me recordó, en un principio, a un caballo muy parecido que me regalaron con tres o cuatro años, no el caballo sino yo, y que estuvo en el altillo del armario de mis padres hasta que un buen día, mi hermano menor, que venía arrasando, le intentó dar de beber metiéndole el hocico en un cubo de agua.
A los trece, con la efervescencia adolescente, conocí a una persona y fue cuando empecé a entender  este, supuestamente, poema infantil.
Creo que vosotros, con algún año menos que yo entonces, seréis capaces de encontrarle el sentido y la belleza a estos versos de Machado. -Son otros tiempos-.
Era un niño que soñaba 
con un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco 
el niño volvió a soñar;

y por la crin lo cogía ...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedose el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!


Cuando empecé a cabalgar por la adolescencia me dio por escuchar las canciones de un tal J. M. Serrat. Ya sé, que no era música de discotecas, pero es que no había discotecas. 
Al oír las canciones, no siempre reparamos en la letra y nos perdemos, a veces, parte de su encanto.

He querido rescatar solo la letra para que tengáis unas pinceladas de cómo era o cómo veían el mundo vuestros abuelos
Mi niñez
Letra y Música de J.M. Serrat

Tenía diez años y un gato
peludo, funámbulo y necio,
que me esperaba en los alambres del patio
a la vuelta del colegio.
Tenía un balcón con albahaca
y un ejército de botones
y un tren con vagones de lata
roto entre dos estaciones.
Tenía un cielo azul y un jardín de adoquines
y una historia a quemar temblándome en la piel.
Era un bello jinete
sobre mi patinete,
burlando cada esquina
como una golondrina,
sin nada que olvidar
porque ayer aprendí a volar,
perdiendo el tiempo de cara al mar.
Tenía una casa sombría,
que madre vistió de ternura,
y una almohada que hablaba y sabía
de mi ambición de ser cura.
Tenía un canario amarillo
que sólo trinaba su pena
oyendo algún viejo organillo
o mi radio de galena.
Y en julio, en Aragón, tenía un pueblecillo,
una acequia, un establo y unas ruinas al sol.
Al viento los ombligos,
volaban cuatro amigos,
picados de viruela
y huérfanos de escuela,
robando uva y maíz,
chupando caña y regaliz.
Creo que entonces yo era feliz.
Tenía cuatro sacramentos
y un ángel de la guarda amigo
y un "Paris-Hollywood" prestado y mugriento
escondido entre mis libros.
Tenía una novia morena,
que abrió a la luna mis sentidos
jugando los juegos prohibidos
a la sombra de una higuera.
Crucé por la niñez imitando a mi hermano.
Descerrajando el viento y apedreando al sol.
Mi madre crió canas
pespunteando pijamas,
mi padre se hizo viejo
sin mirarse al espejo,
y mi hermano se fue
de casa, por primera vez.
Y ¿dónde, dónde fue mi niñez?

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Mario Benedetti



Benedetti fue un escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del '45.
Su lenguaje sencillo, para que sus obras puedan ser accesibles a todo el mundo, además de combinar con su propia personalidad, tiene defensores y detractores. 
"Si el corazón se aburre de querer para qué sirve"
He escogido este poema porque resume muy bien lo que puede ser la juventud actual.
 Es muy posible que todos tengamos culpa de lo que sois, pero también debéis saber que sois responsables de lo que queréis ser. Os queda reconquistar gran parte de lo que los mayores hemos perdido:







  • que no os maten el amor.
  • recuperar el habla.
  • no convertirse en viejos prematuros.
  • tender manos que ayudan.
  • abrir puertas entre el corazón propio y el ajeno.
  •  hacer futuro.


¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros
entenderse con la naturaleza

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan /


abrir puertas

entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.

Eugenio Carrasco.
 Nací por casualidad en Socuéllamos (Ciudad Real). Me aficioné a la poesía leyendo al maestro Antonio Machado.


Ahí están


Ahí están,
¿recuerdas?
Entre cuatro paredes
plantadas, creciendo,
con sus pétalos abiertos
de suave espera,
tentadoras a una caricia generosa;
con aquel aroma de sombra de huerto,
despidiéndolo
con voces de adolescente frescor
en el firmamento,
cerrado,
de nuestra clase.

 ¿Recuerdas?,
cuando se estremecía el maestro
con aquellos ramos pinchándole las manos,
y nos decía
con voz entre tierna y enfadada:
pintad,
pintad cerezas,
porque son lágrimas del cielo
nacidas de los árboles.

Y les poníamos caras,
y les rayábamos sonrisas,
para después darles mordiscos
sobre aquella piel fina,
 dorada y cárdena.
Luego,
con la ropa de todos los días
jugábamos a pitagorinos,
poetas y exploradores,
persiguiéndonos por los pasillos,
corriendo alocadamente
mientras graznaba la sirena.
Pero nuestros graznidos de polluelos revoltosos
eran más altos,
más intensos.
Gritábamos de sorpresa,
de placer, de alegría,
enmudeciendo el lamento del maestro,
rociándonos con la arena del patio,
revolcándonos en el charco de siempre,
bombardeándonos
con pelotas rotas.

Y cuando volvíamos
con los últimos suspiros de la tarde,
al refugio de nuestro hogar
con su calmado acento nos esperaba,
nuestra madre tierra,
nuestro padre huerto,
el de siempre;
nuestro abuelo almendro,
 nuestra abuela hierba buena
con su paciencia olorosa detenida,
esperando,
un último recuerdo de paz y sueño.

-Sabías que te quiero,
pues ya lo he dicho.
-Aquí me quedo jugando con la red
de una araña hortelana,
unas veces,
con un gif saltarín en mi blog,
otras;
esperando que vengas
o me llames,
o que digas ¡hola!

EUGENIO




LA LUNA Y EL HUERTO

Dejo a la luna nuestro huerto.
Al rocío las plantas regando.
Al sol furioso y al estío.
A su suerte las habas llorando.

Me despido de  mis amigas las rosas
del tomillo
del  almendro
del olivo y del romero.

Digo adiós a una hormiga
que deja el hormiguero.

Dejo al girasol en buenas manos.
En las manos de un obrero.
-¡Adiós amigo!.
-Querido compañero.

Beso a la madre tierra paciente
callada y compañera
que espera
un agosto floreciente.

-Adiós.
-Hasta septiembre.

EUGENIO “EL HORTELANO”



Magistrados, vaya tropa

13 feb 2012
Costa y Camps son inocentes,
Baltasar un delincuente
peligroso,
la prensa internacional
crucifica al tribunal
por alevoso.
¿Respeto por el Supremo?
Me cuesta mientras blasfemo
contra el trepa,
si la letra de la ley
sanciona que el tuerto es rey
¡Viva la Pepa!
El juez estrella estrellado
por haberse destacado
en un oficio
de togados obedientes
que nunca sacan los dientes
contra el vicio.
El narco y el terrorista,
el Pinochet y el perista
de los GAL
brindan con champán francés
celebrando que el buen juez
acabe mal.
Los huesos de las cunetas,
¿quién carajo los respeta
y los rescata?
Garzón hizo lo que pudo
por deshacer ese nudo
en la corbata.
Inmundo mundo al revés,
los que juzgan con los pies
dictan sentencia,
encadenando a Garzón
amordazan la razón
y la conciencia.
Qué vergüenza señorías
si triunfa la sangre fría
en este punto
de la historia interminable
que no confunde culpable
con presunto.
Ganan porque fracasamos,
cabalgan porque dejamos
de ladrar,
el tiempo pondrá en su sitio
un auto falto de litio
y bipolar.
Tanta saña contra él
acabó trucando el fiel
de la balanza,
me rasco porque me pican
las togas que santifican
la venganza.
Baltasar es el rey bruno
que se creyó blanco y uno
de los nuestros,
abomino de este fallo
tan mezquino, tan malayo
y tan siniestro.
El chileno, el argentino
braman contra el desatino
judicial,
los huérfanos de la guerra
reviven un cuerpo a tierra
criminal.
Que se tiente Rubalcaba
la ropa porque las habas
del congreso
mal contadas se repiten
si Carme y Garzón compiten
por un beso.
El vals de los magistrados
nos mostró esta vez su lado
más oscuro,
son coleguitas ¡Qué tropa!
los que le llenan la copa
de cianuro.
La condena promulgada
se parece a la quijada
de Caín,
para acabar de joder
ahora tendrán que absolver
a Urdangarín.
A bailar el tico tico
sin las Jennifer, los Kikos
y las Juanis,
me voy, doblando la apuesta
de mi primo con la orquesta
del Titanic


 1. LA DONCELLA GUERRERA.
Anónimo

—Pregonadas son las guerras
de Francia con Aragón
¡cómo las haré yo, triste,
viejo y cano, pecador!
¡No reventaras, condesa,
por medio del corazón,
que me diste siete hijas,
y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita,
en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre,
que a la guerra iré yo;
me daréis las vuestras armas,
vuestro caballo trotón.
—Conoceránte en los pechos,
que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre,
al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy 
blancas
hija, no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes
para que las queme el sol.
—Conoceránte en los ojos,
que otros más lindos no son.
—Yo los revolveré, padre,
como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos,
se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, 
padre?
—Don Martín el de Aragón.
—Y para entrar en las cortes,
padre, ¿cómo diré yo?
—Bésoos la mano, buen rey,
las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra
y nadie la conoció,
si no fue el hijo del rey
que en sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre,
de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín
son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo,
a las tiendas a feriar
si Don Martín es mujer,
las galas ha de mirar.
Don Martín, como discreto,
a mirar las armas va:
—¡Qué rico puñal es éste,
para con moros pelear!
— Herido vengo, mi madre,
amores me han de matar;
los ojos de Don Martín
roban el alma al mirar.
—Llevaráslo tú, hijo mío,
a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer,
a los almendros irá.
Don Martín deja las flores;
una vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno
para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo
tus anillos al jugar:
si Don Martín es varón,
las rodillas juntará;
pero si las separare,
por mujer se mostrará.
Don Martín, muy avisado,
hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre,
amores me han de matar;
los ojos de Don Martín
nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo,
en los baños a nadar.
Todos se están desnudando;
Don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas,
cartas de grande pesar,
que se halla el conde mi padre
enfermo para finar.
Licencia le pido al rey
para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia
no te la quiero estorbar.
Ensilla el caballo blanco,
de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba
corre como un gavilán:
—¡Adiós, adiós, el buen rey,
y tu palacio real;
—que dos años te sirvió
una doncella leal!
Óyela el hijo del rey,
tras ella va a cabalgar.
—¡Corre, corre, hijo del rey,
que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre,
si quieres irme a buscar!
Campanitas de mi iglesia,
ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito
del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen,
virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas mi padre,
ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca,
que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo
bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey
a la puerta fue a llamar.


 2. COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE (Fragmento).
Jorge Manrique

Recuerde el alma dormida,                                        
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida, 
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer, 
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer, 
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente 
cómo en un punto se es ido
y acabado, 
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no, 
pensando que ha de durar 
lo que espera 
más que duró lo que vio 
porque todo ha de pasar 
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos 
que van a dar en la mar, 
que es el morir; 
allí van los señoríos 
derechos a se acabar 
y consumir; 
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos 
y más chicos,
y llegados, son iguales 
los que viven por sus manos 
y los ricos.
(…)
Este mundo es el camino 
para el otro, que es morada 
sin pesar; 
mas cumple tener buen tino 
para andar esta jornada 
sin errar. 
Partimos cuando nacemos, 
andamos mientras vivimos, 
y llegamos 
al tiempo que fenecemos; 
así que cuando morimos 
descansamos.


 3. ROMANCE DEL CONDE NIÑO.
Anónimo

Conde Niño, por amores
es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar;
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
—Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
—No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
—Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
—Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par.


 4. LA MÁS BELLA NIÑA.
Luis de Góngora

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer
tan largo el penar,
y me cautivaste
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fue
morir y callar.
Dejadme llorar,
orillas del mar.

 5. PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO.
Francisco de Quevedo

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado
es hermoso aunque sea fiero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Es galán y es como un oro;
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Son sus padres principales,
y es de noble descendiente,
porque en las venas de oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Mas ¿a quién no maravilla
ver en su gloria sin tasa
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla,
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos,
no pierde su autoridad;
pero, pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y pues hace las bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es Don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz,
que rodelas en la guerra;
y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es Don Dinero.

 
6. SUEÑA EL REY QUE ES REY.
Pedro Calderón de la Barca

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte? 
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?  Un frenesí.
¿Qué es la vida?  Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

 
7. EL CONDE DE SISEBUTO.
Joaquín Abatí y Díaz

A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.
Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,
y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
que atendía por Mariana.
Y su cuñado, Vitelio,
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.
Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,
noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.
En un gótico salón
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.
Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.
Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!
Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
-¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-. ¡Vaya un apuro!
De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!
-¡Ah!... -dice con fiero acento.
-¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
-¡Ah!.. -repite venturoso.
-¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta 
ciento.
Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del conde, la Pepa.
En lujoso camarín
introduce a su adorado,
y al notar que está mojado
le seca bien con serrín.
-Lisardo... mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,
¿qué sientes, di, dueño mío?,
¿no sientes nada a mi lado?,
¿que sientes, Lisardo amado?
Y él responde: -Siento frío.
-¿Frío has dicho? Eso me espanta.
¿Frío has dicho? Eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?... pues toma esa manta.
-Ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un niño.
-Mi pasión raya en locura,
si no me quieres, me mato.
-La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.
-¿Cura tú? ¡Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!
Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,
y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos... ¡vamos al Congo!
a ocultar nuestros amores.
-Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
¡qué nos quiten lo bailado!
En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
-¿Oyes? -dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.
Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre..., luego un 
can...
luego nadie..., luego nada...
-¡Hija infame! -ruge el conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? 
¿Dónde?
Y tú, cobarde villano,
antipático, repara
cómo señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.
El joven, naturalmente,
se murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco
de resultas del espanto,
y el perro... no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.
Desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,
de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,
de su cuñado Vitelio,
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.
Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,
que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.

 
8. VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN.
Miguel Hernández

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños.

 9. VALS EN LAS RAMAS.
Federico García Lorca

Cayó una hoja
y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el mundo
si la nieve durmiera un mes,
y las ramas luchaban con el 
mundo
una a una,
dos a dos,
y tres a tres.
¡Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del 
amanecer!
Con el muuu de las ramas,
con el ay de las damas,
con el croo de las ranas,
y el gloo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duermen 
bien.      
         
      
 10. VERSOS DEL CAMINANTE.
León Felipe

Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
             
II
Poesía,
tristeza honda y ambición del alma,
cuándo te darás a todos... a todos,
al príncipe y al paria,
a todos...
sin ritmo y sin palabras! 
             
III
Sistema, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
luego contarás las estrellas.
            
IV
Poeta
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado. 
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio.
         
V
No andes errante...
y busca tu camino.
-Dejadme-.
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio.